Entre querer y ser querido hay una diferencia abismal.

 Todos merecemos que alguien nos quiera. Todos merecemos tener a ese alguien por el cual darlo todo en cualquier momento. Alguien que te abrace, en silencio, cuando estás empapada en lágrimas. Alguien que te escuche aunque no le interese lo más mínimo lo que estés diciendo. Alguien que cada vez que te mire sonría por el hecho de saber que te tiene para él, para siempre. Alguien con el que no necesites contar el número de meses que lleváis juntos, porque el amor es exactamente lo eso: perder la noción del tiempo, que la rutina no exista y que cada cosa que hagas sea como si fuera por primera vez. Alguien que comprenda que te equivocas, que no eres perfecta, que tienes defecto, pero sobre todo que ese alguien se enamore de cada uno de tus defectos. Alguien con quien no tengas que avergonzarte por nada, ni por meter la pata, ni por llorar, ni por reír en mitad de una discusión. Alguien por el cual merezca la pena discutir porque el polvo de reconciliación consigue que olvides el por qué de la discusión, quien tenía razón e incluso, que habíais discutido. Alguien por quien ir hasta el fin del mundo por él.. ¡al final del puto mundo! Y ya sé que no es fácil encontrar a ese alguien pero, joder, no te rindas. Si quieres a alguien, lucha. Puede dejar de ser uno, para ser él.